2×1

Qué satisfacción se lleva una cuando no se espera un 2×1, y más aún cuando es en libros. Hace ya un par de meses –y yo con estos pelos y sin dejar rastro por aquí– acudía a Libros Traperos a la presentación del libro de relatos de Luis Sánchez Martín, Todo en orden (Chamán, febrero de 2022). Y con ganas de más lecturas, pero también de sorpresas, me dejé recomendar un libro por Javi, apenas conocedor de algunas señas de mí –como que me gustan los libros con algún ingrediente “raro”–. Al final llegué a casa con otro libro bajo el brazo, Agua salada, de Charles Simmons (publicado originalmente en 1998 y traducido al español en 2017 en Errata Naturae). Subrayo un detalle anotado por Guelbenzu en su reseña –donde se desvela también lo particular del autor y de la lectura–:

“Pero la habilidad narrativa de Simmons se muestra en que, al ir desarrollando ese primer amor, otras facetas del amor (el matrimonio, la negación, la traición, los celos o la pasión), establece un enriquecedor contraste que fecunda con verdadero brío la historia dominante. Pero no es la relación de Michael y Zina el atractivo central de la novela, sino los modos del amor de los adultos que la rodean y matizan el nudo de sentimientos que moverá la novela hasta su duro, amargo y también valeroso final. Eso es Simmons: un escritor valiente que prefiere mostrar sus historias con una delicada y muy precisa sugestión. Porque hay un gran amor a la vida en este libro. Y una gran compasión también”.

https://elpais.com/cultura/2017/06/28/babelia/1498650732_157394.html

En efecto, en ese primer tramo de la novelita una creía estar leyendo sobre un inolvidable primer amor (más), si es que todos los primeros amores fueran iguales; pero hacia la mitad encuentra historias colindantes que se van anudando y entreverando con una sutileza maestra que tan solo permite entrever o intuir, igual que lo haría un adolescente que aún no quiere o puede o saber abrir sus ojos de par en par ante la abrumadora vida de los adultos. Pero la compasión, así es, acaba tiñendo un sentimiento que al principio era del color del verano y del mar, porque, como bien se puede leer: “Las lágrimas saben igual que el agua salada” (pág. 160).

De idéntico color turquesa es la portada del libro que era presentado aquel día, el de Luis Sánchez Martín, otro peculiar autor que, también, es crítico y editora. A priori, mínimos comunes denominadores cabría esperar de un libro cuya portada anuncia, en cambio, la vida en la ciudad hostil, ajetreada, alucinógena. He aquí una entrevista al autor de la mano de Basilio Pujante:

https://elcoloquiodelosperros.weebly.com/entrevistas/luis-sanchez-martin

Justamente son aquellos veranos despreocupados los que algún personaje de esos cuentos no se puede permitir, porque el sueldo no le da ni para ir de la ciudad sofocante a la costa (por ejemplo, la murciana). Y es que uno de los principales valores de este escritor (y no solo en su narrativa) reside en poner sobre la mesa literaria la precariedad laboral, en particular, algunas de sus injustas consecuencias, también de las que repercuten en la salud mental; sin embargo, estos dos temas, de tan cercanos, no los veíamos, al menos en la literatura española. Igualmente, logra mostrar otra cara de temas últimamente no tan habituales en este mundo literario, como el de las relaciones tóxicas con la pareja o la familia. “De nueve a dos (y de cuatro a siete y media)”, “Siempre a tu lado”, “Doscientas cincuenta pesetas”, “Distrito Federal”, “El graznido”, “El mejor chiste del mundo”, “El del gato”, “En doble fila”, “Páginas en blanco”, “Nada en el buzón” y “Todo en orden” (una novela corta para el cierre y la homonimia del libro) reflejarán, no de una forma velada o intuitiva sino directamente demoledora, otros recovecos de la vida humana.  

Porque, al fin y al cabo, cerca o lejos del mar, las lágrimas poseen el mismo sabor.