Ya se sabe: a veces no sabemos qué va antes… La invitación a presentar la última publicación de Manuel Moyano me llevó a estudiar sobre los libros de viaje y también a saldar cuentas con libros pendientes, como el de Patricia Almarcegui (sobre el que escribí en la última entrada). Ella misma es la coeditora, junto con el destacado profesor Leonardo Romero Tobar, del estudio al que he acudido, Los libros de viaje: realidad vivida y género literario (2005). Esclarecedor y sugerente, sin duda, abre las puertas a nuevos estudios que habrán de explicar los no pocos cambios sentidos en nuestros tiempos sobre el concepto de viaje, de viajero, de libro, de diario, etc.
Aunque intuía que en esa presentación no podría no sentirme “como en casa” junto al escritor Manuel Moyano y al profesor Antonio Candeloro, lo cierto es que una se las prepara todas a conciencia. No podía ser menos para La frontera interior (RBA, 2022, XVI Premio Eurostar Hotels de narrativa de viaje), que tiene lugar el martes 5 de abril y de la que quedará este cartel y esta foto, entre otras (con vino y risas):

Creo que Moyano está en un buen momento como escritor, porque ha ido, como de liana en liana, de premio en premio, y por obras muy diferentes entre sí. De hecho, una cualidad de su escritura es lo heteróclito o variado de los palos literarios que toca y ensambla. Remitiendo al título de esa última obra, podemos decir que las fronteras entre sus diferentes textos son permeables, imperceptibles. La frontera interior plasma el viaje emprendido a lo largo de Sierra Moreno, género el del libro de viaje que el autor ya había tentado con Travesía americana y Cuadernos de tierra. Pero también habrá dentro de sus páginas pasajes poéticos, y descripciones paisajísticas, y episodios históricos. Sin duda, además de disfrutar leyendo, quien lee aprende muchísimo y, claro, siente unas ganas irrefrenables de viajar. Es más, una de las preguntas en las que quise incidir iba en esa dirección, es decir, para qué o para quién se escribe un diario de viaje, quién es el lector “ideal” de un libro de estas características, si se escribe para viajar o se viaja para escribir.
Se trata de un libro dedicado a la memoria de un padre, pues fue de él el coche con el que viajó y quien falleció a la vuelta, pero también ha acabado siendo un libro a la memoria de la madre, quien murió hace unos meses, tras haberle concedido al hijo el premio por esta obra. Como dijo Moyano en la presentación, de algún modo este libro parece que cierra varios ciclos vitales. Ha contado como padrinos con Luis Landero, Alfredo Conde y Sergio del Molino, quien en el prólogo se refiere a la tradición de los “caminantes de trote corto” (Cela, Azorín, Espinàs, Carnicer, Delibes). La frontera interior arranca también con una cita de García Lorca (sobre vivos y muertos, uno de los temas subyacentes de este libro), pero también están presentes otros poetas, muertos como Miguel Hernández (justamente para cerrar el viaje, en la frontera con Portugal), y vivos como Alejandro López Andrada y Manuel Moya; pero no podía faltar Cervantes, a propósito del cual cité uno de los refranes que se repiten en varias obra suyas y que me viene al caso del libro de Moyano, en el que es tan sugerente e indispensable el comer: “Todos los duelos con pan son buenos”.
Quizá nos podríamos preguntar si se va a vivir o si se está viviendo ya una “edad de oro” de los diarios y los libros de viaje modernos en español. Aunque sigamos sin saber qué va antes, casualmente el jueves, dos días después, acudo como espectadora a la presentación de otro libro de viaje, el escrito por Cristina Guirao y titulado Crónicas a contrapelo (New Castle, 2022), que fue introducido por el editor, Javier Castro Flórez, y por otra escritora, Cristina Morano. Este será un libro de viaje para un itinerario de viaje, el que voy a comenzar en apenas unas horas y el que vendrá acompañado, también en mi caso, de un cuaderno para escribir.