Escrituras ¿clandestinas?

Una vez más, llego tarde, en este caso, a compartir un comentario sobre textos póstumos de Rafael Chirbes: Diarios. A ratos perdidos 1 y 2, con prólogos de Marta Sanz y Fernando Valls (Anagrama, octubre de 2021). Entre otros motivos, llego con cierto retraso porque esta obra me ha requerido otro tempo de lectura: he ido y he vuelto a ella, la he acelerado y la he frenado, la he devorado y la he picoteado. Ciertamente, ha sido la lectura segundona o el segundo plato que ha sido alternado con otros que han hecho variar de tamaño y color la pila de libros de estos meses. Pero lo mucho subrayado y con la esquina vuelta puede dar prueba de las no pocas citas memorables y comentables en una sobremesa sin reloj. Es de esos libros a los que se puede volver por cualquier página (y eso es lo que voy a hacer).

Comoquiera que, parece, si una llega tarde, pierde la vez para participar en la polémica o el derecho a quejarse, solo añadiré que, como lectora, ya supongo yo que quien escribe un diario lo hará sobre lo que quiera, cuando quiera y donde quiera y, por lo tanto, dejará de escribir u omitirá o borrará o censurará, con diferentes niveles de consciencia o voluntad, lo que quiera, cuando quiera y donde quiera. Y digo yo, como podría decir el escritor: quien no lo quiera leer (porque, por ejemplo, no esté aún curado de espanto), que no lo lea. Más allá de la presunción de inocencia ante polémicas sobre el libro (entresijos de la edición, ajustes de cuentas, medias verdades, etc.), e incluso sobre los prólogos (pues nada queda a salvo porque todo es libro), no se puede negar que ha sido uno de los “bombazos” literarios de finales del año 2021 que han traído y traerán cola en los siguientes y que, además, desde un punto de vista “puramente literario”, viene a marcar un hito en la tendencia diarística de la literatura española contemporánea.

Perdida, pues, la ocasión de participar en la fiesta de la crítica literaria y sus debates, aquí traeré a colación lo que el azar me ha deparado que, casualmente, viene a ser lo que me interesa llevarme a mi terreno, no tanto el crítico como el académico y/o el personal.

Antes de una entrada incluida en el año 1986 en la que Chirbes alude a la enfermedad de la madre y a la relación entre ambos (la de “Cazador y presa”, dice), nos encontramos con uno de esos dilemas habituales de quien se da al diario:

“¿Por qué tener pudor también aquí en la intimidad de un cuaderno escrito para nadie? ¿Es que se puede escribir para uno mismo? Me digo que sí, que se puede escribir para recordar y comprenderse uno mismo, pero no acabo de creérmelo del todo. Entonces, ¿pienso que estos cuadernos acabará leyéndolos alguien que no sea yo?”

(pág. 137).

Ciertamente, ese debate interno no tiene nada de nuevo, pero algo ha querido que abra esa página alguien que lleva escribiendo diarios (ni publicados ni publicables, lógicamente) desde los once años y que se ha dado al blog (que entiende como una suerte de diario literario) en los últimos meses, un tiempo en el que, paradójicamente, no es publicado y del que apenas saben de su clandestina existencia un par de personas. No negaré que es un goce pensar que una escribe para nadie: es como si estuviera desnuda en una ventana sabiendo a ciencia cierta que (casi) nadie la está mirando.

Ese algo hace que a continuación abra una página del siguiente cuaderno de Chirbes, el burdeos, que llegaría hasta el año 1992. Al hilo de un viaje entre Italia y Francia, como en otras partes de los diarios, el escritor incluye fragmentos más propios de la crítica literaria e, incluso, de la autocrítica literaria (más o menos fingidamente masoquista). Entonces se refiere a una obra que lleva en danza:

“No va a ser la novela de quinientas páginas que yo creía cuando la empecé. Será más bien una novelista corta, una nouvelle, y su modelo no es Bowles, ni Forster, sino Otra vuelta de tuerca, de Henry James, ese clima que tengo en la cabeza, esa resbaladiza ambigüedad moral. El libro roza la novela gótica, pero también el existencialismo de Camus, el expresionismo -el paisaje como activo personaje-, todo aderezado con un pequeño plot de novela negra. Cuántos -ismos para un cuentecito. Escribo todo esto para tomarme en serio. En realidad, lo único que estoy haciendo es librarme como puedo de unos fantasmas que llevo dentro. Qué nos ha pasado en estos años. Ni más ni menos”

(pág. 180)

Tampoco puede negar la sonrisa satisfecha quien estudia ese supuestamente raro y abandonado género narrativo que es la novela corta/nouvelle. En efecto, tanto como cultivador como reivindicador de la novela corta, Chirbes no puede no ser incluido en el estudio sobre La novela corta contemporánea (2019).

Quizá esta es la cita, azarosa, que necesitaba este blog literario para tomarse medio en serio y darse a la luz. Hágase.