Las ganas… de (leer de nuevo a) Santiago Lorenzo

Con la literatura de Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964) empecé por el final, por su última novela: recuerdo bien vivas las sesiones veraniegas del año 2019 leyendo Los asquerosos y riéndome sola (bueno, sola relativamente, porque a veces había familia cerca, lo que, por otro lado, me permite confirmar lo raros que son los gestos de quienes ven a alguien reírse con un libro entre manos). Leía la novela porque, publicada en el año anterior, aún coleaba su éxito, no solo favorecido por los medios de comunicación, sino también por el boca a boca (y esta es, creo, una de las más valiosas medallas que se puede colgar un libro). Paradójicamente, más allá de alguna reseña esporádica en medios culturales de gran tirada y de algún reconocimiento por parte de instituciones de no tan gran tirada (como las librerías o los propios lectores, lo cual supondría, sin embargo, colgarse otra gran medalla), apenas tienen eco las novelas de este autor entre la crítica “académica” (y no sé si, como parte de ella del algún modo, una no debería hacer esta reseña que bien parecería, al final, una confesión).

Los últimos serán los primeros, eso dicen, y lo cierto es que el cuarto y último (entonces y todavía) me llevó al primer libro de Santiago Lorenzo, Los millones (2010), y este al segundo, Los huerfanitos (2012), y este al tercero, Las ganas (Blackie Books, 2014). En esta novela los millones brillan por su ausencia, por mucha idea brillante que haya engendrado ese emprendedor (y, por tanto, precario) que es su protagonista, Benito, que además es otro “huérfano” de padres, pero también de abuela, de quien acaba de heredar una casa que da “asquito”. No dará menos “asquito” la oficina de Terre, su empresa, la que intenta vender la patente y que componen Ignacio y su madre y también Pedro Crespo (sí, como el de El alcalde de Zalamea). Crespo algo tendrá que ver con María, que es la otra protagonista: ella sí tiene ganas de “porlar”, o sea, de acostarse con Benito, pero este, aunque hace mucho tiempo que no practica el sexo (quizá, por no ser ni guapo ni feo), solo se siente atraído por chicas como Yureni por motivos que irán poniéndose sobre la mesa. Líos entre todos estos personajes crean escenas muy pero que muy tragicómicas, del gusto de sus lectores, entre el absurdo y la sinceridad.

Sabía que no me defraudaría una “novela de amor” escrita por Santiago Lorenzo, “el autor de Los asquerosos” (de hecho, a falta de medallas, eso es lo que indica la pegatina de la cubierta de mi edición). No me ha robado carcajadas sino sonrisillas alegres (que no es poco), ni tampoco un goce sostenido de sus excesos sino algún empacho estilístico (que tampoco tiene por qué estar mal). También me ha ido haciendo pensar en un posible guion de una muy divertida película que bien podría contar con Lorenzo como guionista (por cierto, qué difícil está siendo conseguir ver sus películas).

Espero que nada de eso tenga que ver con que hoy está mal vista la comedia en la literatura, que parece que siempre trae aires frescos que acaban enfermando a los de piel sensible. No soy de buen cutis, pero espero que se distribuyan pronto otras dosis literarias de Santiago Lorenzo para colmar estas ganas (de leer y de reír).