Los cuadernos de viaje de Patricia Almarcegui

Qué bello y qué difícil me parece escribir (sobre) un viaje. Quizá así me lo parece puesto que últimamente he frecuentado a través de lecturas y estudios ese género (¿literario?) por diversos motivos (y también porque en no pocos viajes una ha procurado ir acompañada de cuadernos -por supuesto, sin pretensiones-, los que ahora acompañan en las cajas a los diarios, escritos desde que tenía unos diez años).

Me parece una dedicación bella, por supuesto, por el testimonio que deja de una experiencia vital de la que, tiempo después, uno moldea los recuerdos a cierto antojo. Pero la estimo no menos difícil porque, de algún modo, requiere dedicar tiempo (y encontrar un espacio) dentro del tiempo (y el espacio) del propio viaje. ¿Uno deja de viajar para escribir sobre el viaje? ¿Uno lo vive como lo escribe? Esa dificultad se multiplica cuando alguien, además, acaba teniendo el propósito de compartirlo, de editarlo. Pero seguramente se reduplica lo complicado, aún más, cuando uno desea escribirlo de manera diferente, salirse del patrón de la cronología del diario y de lo fragmentario o impresionista del cuaderno.

Por todo ello, por escribirlo, por publicarlo y por variarlo, he caído rendida ante Cuadernos perdidos de Japón, firmados por Patricia Almarcegui y editados por Candaya (en abril de 2021 su primera edición, en septiembre del mismo año la tercera, de la que forma parte el ejemplar que leo). Estos cuadernos registran en realidad dos viajes al país nipón, entre los cuales media una década de diferencia. Por supuesto, la persona que viaja en 2008-2009 no es la misma que viaja en 2019, pero se reencuentra en el papel, en el texto. A las experiencias vividas en el trayecto, como suele ocurrir con ese género del viaje, no solo se suman “sugerencias” gastronómicas, sino también artísticas y, claro, literarias. Así se comparte el viaje y, a veces, aunque no sea explícitamente, se anima a emprenderlo (o se disuade de hacerlo, aunque a mí eso nunca me haya sucedido, no sé por qué). Y todas esas experiencias son a un tiempo externas e internas y van en busca del otro, sea quien sea ese otro: una misma, la madre, la persona extraña, la oriental…

Una de las más claras particularidades de estos cuadernos de Almarcegui no solo es la señalada sobre la alternancia de textos de viajes al fin y al cabo diferentes, sino también la alternancia de registros textuales diversos, desde la descripción de lugares o personas hasta los aforismos, los haikus, las citas, la prosa lírica, los datos periodísticos sobre sociedad o educación, etc. El ritmo es tan cambiante como lo es el de todo trayecto, pero no deja de ser armónico, holístico, este viaje, esta lectura, este paseo por la escritura de Patricia Almarcegui.