Una siempre ha pensado que la combinación de ocio y negocio puede resultar un buen cóctel. En esta ocasión, la mezcla viene servida fresca, a la temperatura del norte, del Bierzo. Hasta aquí hemos venido para ponerle la guinda (o la palmerita decorativa de todo cóctel que se precie), huyendo del calor murciano. Lo hemos hecho atraídos por el congreso sobre “La promoción de 1936”, dirigido por Javier Huerta Calvo junto con otros codirectores, como Clara I. Martínez Cantón, que dan forma al siguiente programa:
La Asociación de Amigos de la Casa Panero organiza desde 2016 estos encuentros en Astorga, evento y ciudad que se me han ido resistiendo hasta ahora. Desgraciadamente, no se puede visitar la Casa Panero actualmente porque está en proceso de musealización, así que tocará volver otro verano.

El viaje ya se anunciaba literario porque, a la altura de la provincia de Valladolid, gracias a un cartel de la carretera, una se entera de la existencia de la Villa del Libro, que es el pueblo de Urueña y la primera en España de estas características. Otro motivo para volver se añade a la lista:
http://www.xn--uruea-rta.es/librerias-talleres-villa-del-libro/
Además, sin premeditación hacemos entrada en Astorga por la misma calle Leopoldo Panero, por lo que apenas una tiene tiempo de reaccionar para asociarla con uno de los escenarios de la película El desencanto, de la que soy otra más de la prole admiradora (por no decir friqui). De fondo, al terminar la calle, se levanta la catedral y, al girar a mano derecha, una se lleva otra sorpresa, la de Gaudí (si se quiere, otro “friquismo” confesable). Pero luego están esas otras sorpresas, las verdaderas sorpresas de todo aquello que no están en los mapas, ni en las guías, y ni siquiera en las conversaciones: para mí ha sido esa mezcla bizarra que se da en Astorga entre tiendas modernas, edificios modernistas, restos romanos junto con, además, negocios de hace ya unas décadas que ahí siguen, en pie pero cerrados a cal y canto, para recordarnos a aquellos que nacimos entre los años 70 y 80 la España en la que crecimos: el edificio de un cine, de una tiendecita de ultramarinos y otra de ropa, una papelería, un todo a cien… Sin duda, la ciudad me ofreció un viaje a varios tiempos diferentes.
Volviendo de los tiempos al tiempo (el organizativo, el cronológico, el que marcan las figuras maragatas de la plaza del Ayuntamiento de Astorga), de lunes a miércoles se desarrolla el congreso que, por su toque familiar y amistoso, además de veraniego y distendido, se valora y agradece. Además de conocer otros campos de investigación, y no sin dejar de discutir sobre conceptos como el de generación e incluso sobre debates como el del canon (con todas sus implicaciones, también las políticas), una se reconforta al comprobar la pujanza de los estudios acerca de una paisana pionera, Carmen Conde. En torno a otra escritora gira mi comunicación, “Elisabeth Mulder, escritora de novelas cortas”, con la que se da continuidad a una rica línea de investigación iniciada con la tesis de licenciatura (algunos años han pasado ya, cuando hasta las licenciaturas se han extinguido).
Así, brindo con este cóctel, con sabor veraniego, para despedirme del mes de julio/saludar el mes de agosto.
