Seguimos en esta tempestad lectora, paradójico epicentro de la (siempre relativa) calma trabajadora. Es el tiempo bien hallado el que me ha permitido acercarme a un regalo en forma de libro.
Hace unos días acudía a un acto de re-presentación del último libro de Luis Sánchez Martín, los relatos recogidos dentro de Todo en orden. En el coloquio final los presentes nos preguntamos por el reflejo del mundo laboral en la literatura contemporánea más allá, si se quiere, de la denominada “novela de la crisis”, la que supuestamente llegó de la mano de la debacle económica y su pésima gestión a partir de 2010. Por ejemplo, se abordó en un número de la revista Quimera en el año 2016, en el que tuve el gusto de participar a propósito de Cicatriz de Sara Mesa, invitada por la coordinadora, Stefania Imperiale.
https://tienda.revistaquimera.com/1373-revista-num-394-setiembre-2016.html
En realidad, se acaba redundando en los mismos ejemplos, célebres novelas como La trabajadora de Elvira Navarro, pero también duros ensayos como Hazaña de los malos tiempos, de Cristina Morano. Este librito tuvo el honor de ser la primera edición de Newcastle Ediciones, allá por el mes de septiembre de 2015.
Y es ahora cuando una tiene ocasión de leerla, ahora que se oyen noticias, no ya sobre los “nini”, sino sobre los “sisi”: se han recuperado cifras altas de jóvenes que sí estudian y, sí, también trabajan para poder sufragar sus gastos. Quizá tenían razón aquellos críticos (literarios) que apostaban por que la crisis solo cambia de envoltorio.
Uno de los aciertos del libro de Morano es la estructuración en tres sugerentes partes: I. Posts; II. Hazañas de los tiempos; III. Notas de sociedad. La estructura responde y se conjuga con los diferentes tonos su la escritura: los breves fragmentos oscilan entre lo más descarnado y lo más irónico. Tratan las consecuencias de perder el trabajo que se observan en el cuerpo propio o en las relaciones familiares, sociales y sentimentales.
En la primera de las secciones se encuentra el texto que a una le gustaría destacar como uno de los más logrados:
“- ¿DÓNDE escribes?
- En un pequeño PC que me regaló mi hermano sin conexión, solo con un viejo Word. Este ordenador en que estoy ahora, un iMAc tan grande como el despacho, solo lo uso para el trabajo y la internet. (…) El sitio de escribir es para escribir, es una cosa muy pura, muy exclusiva. Este es para diseñar, para retocar las fotos, para navegar. (…) Mira: esto es la red, el sitio donde soy la reina de la poesía, la ventana que mis amigos adoran ver, la poeta famosa. El pequeño PC es el sitio de la soledad, la máquina que alcanzo cuando todos se han acostado en compañía y solo quedo yo, el amanecer, lo que sea que sea la muerte. (…) Esto brilla, es eléctrico, muta. El otro permanece, es esencia, es suciedad, soledad, fracaso, mierda. Aquí apareces tú, con tus labios rosados en esa foto de Estados Unidos. En el otro estoy sola y tú estás casado.
Etiquetas: chats en las redes sociales virtuales”
Queda estar alerta sobre las crisis o la crisis, en este caso, avistada desde el prisma de la literatura.