«Caminar en un mundo de espejos», de Andrés Barba

Una de las primeras obras que quería leer este año no podía no venir firmada por Andrés Barba, una de las pocas de ese escritor que aún no había tenido oportunidad de leer (a falta de algún otro suyo de literatura infantil). Se trata de Caminar en un mundo de espejos (Madrid, Siruela, 2014), un libro de ensayos, a la altura del anterior, La ceremonia del porno (Premio Anagrama de Ensayo en 2007), y del posterior, La risa caníbal (2016). Iba en busca de su “esbozo de teoría familiar”, pero me he topado con otras inquietudes apelantes, muchas que podría conectar con su propia literatura, pero también otras que han salido a mi encuentro de manera inesperada.

El título se toma de una cita de Diane Arbus, la fotógrafa a la que le dedica el último ensayo y de la que toma la cita introductoria (además de la autora de la fotografía incluida en la cubierta de la obra de Barba titulada Las manos pequeñas, quizá porque detrás de algunos de sus personajes a medio camino entre la infancia y la adolescencia -personajes de su predilección- está el mismo compromiso que atisba en la fotógrafa, el que denomina “compromiso con el monstruo”). Ese microensayo se incluye en la segunda parte del libro, “Comprender el descontento”, que alberga recurrencias en el autor como “la moral de la risa”, entre otras cuestiones sugerentes a propósito de actores como Sacha Baron Cohen, filósofos como Aristóteles y Simone Weil, otros escritores como Rilke-Pasternak-Tsvietáieva o los de la “literatura de la drogadicción”. Pero lo que no me esperaba en absoluto era que el ensayo más extenso de los recogidos y el escrito sobre Muhamad Alí iba a ser el que más me atrajera, el que más fluidamente leyera y, al mismo tiempo, el que más me obligara a levantar la mirada del papel. Sin duda, me ha servido para mirar de otro modo a esa persona/ese personaje, para preguntarme una vez más por la identidad: nunca hubiera esperado ver algo de mí en el espejo de un boxeador. Ecco!

Contrastan esos textos con los del primer bloque, los recogidos bajo el título “La vida del espíritu”, que nacen del propio escritor, de sus recuerdos a propósito de fotos y coches, de ciudades y cárceles, pero también de las preguntas, como en uno de esos breves ensayos: “Encariñarnos con las preguntas. De la lectura como conciencia del otro”. En él aúna el amor con la lectura y, a su vez, con un tema que me atrae en su relación con la crítica literaria (la practicada en el aula, en la universidad, en la prensa, en un blog), a saber, la ética. Afirma Barba: “La disposición a la lectura es, de entrada, una disposición ética precisamente por esa razón, por la exposición de la intimidad, de lo relativo a lo privado y a las relaciones de unos seres con otros. Hay en la literatura, y en el hecho de leer, una especie de pobreza esencial que determina el acto, que lo configura”.

Seguramente, esas dos partes del díptico que conforman este libro no son sino dos hojas de un mismo espejo, tan literario, tan borgiano: el yo, el otro, que puede ser un lector esencialmente pobre intentando enriquecerse con un libro.

Y ya que se pasa por aquí, y para no repetir, remito a algo ya dicho por mi parte sobre Andrés Barba, esperando poder seguirle la pista con la misma sorpresa y satisfacción lectora:

https://www.visor-libros.com/tienda/la-novela-corta-contemporanea.html

http://revistas.uned.es/index.php/signa/article/view/23404

https://www.ojs.unito.it/index.php/artifara/article/view/1902